La mayoría de la gente considerará a su bebé un/a “niño/a” pequeño/a una vez que empieza a "caminar con tropezones", aunque, en términos generales, un/a niño/a pequeño/a es cuando tiene entre 1 y 3 años. Los años de la niñez temprana, y más allá, son un momento de gran desarrollo cognitivo y social. Entre los 2 y los 5 años, la mayoría de los niños y las niñas habrán desarrollado habilidades para enfocar la atención durante períodos prolongados y recordar información específica2. Es durante este período que comienza a formarse la memoria a largo plazo, por eso la mayoría de las personas no podemos recordar nuestra infancia antes de los 2 o 3 años2.
Como padres y madres, anhelamos presenciar los "primeros" desarrollos de nuestro hijo o nuestra hija, muchos de los cuales ocurren en la primera infancia. Pensá en la emoción cuando tu hijo o hija da sus primeros pasos o pronuncia su primera palabra. Pero estas habilidades no evolucionan de manera aislada. Son parte de una imagen mucho más grande que implica interacción social, juego, observación y escucha.3 Los padres y las madres pueden ayudar a fomentar que los niños y las niñas desarrollen estas habilidades y se interesen por el mundo que los/as rodea.
La adquisición temprana del lenguaje es instintiva y, para la mayoría de los/as niños/as, ocurre bastante naturalmente4. Pero, la forma en que respondemos nosotros como personas adultas a los intentos de comunicación de un niño o una niña puede dejar una impresión.4
El cerebro de un/a niño/a se desarrolla en parte a través de experiencias repetidas que estructuran la forma en que aprenden.5 Esto significa que un comentario o acción única puede tener poco impacto en el aprendizaje, pero, en los primeros años, cuando algo se dice o se hace repetidamente, es probable que quede grabado. Con repetición y estímulo, podés ayudar a tu hijo o hija a hacer más de lo que ya podría estar haciendo, repitiendo palabras y reforzando sus acciones, y que sienta orgullo de sus intentos de comunicación.
Los/as terapeutas del habla pueden sugerir que un/a niño/a necesita escuchar una palabra más de 500 veces en un contexto adecuado antes de intentar decirlo. Los libros con líneas repetitivas también pueden ser una forma muy poderosa.