porque tiene miedo
porque está cursando algún tipo de enfermedad
por un accidente
por una pelea con otro/a par
por el temor a ir a dormir
por la introducción de un límite
por miedo a la pérdida del amor de alguien significativo para él
Lo importante es la función de la persona adulta cuidadora que pueda sostener dicha angustia. Podemos tomar como ejemplo el avión y dos situaciones que ejemplifican lo que le sucede al niño o la niña cuando ve que su angustia, angustia a la persona adulta referente.
El primer ejemplo: si de repente vamos en un vuelo y empieza a generarse turbulencia y vemos que la tripulación inmediatamente entra en angustia de muerte y desesperación, sin dudas vamos a pensar que no hay posibilidad de supervivencia y nos vamos a angustiar aún más. Ahora bien, si de repente se produce una turbulencia, que nos asusta, que nos angustia y vemos a la tripulación que más allá de la preocupación que esto genera, está tranquila y sostiene la escena, también sentimos tranquilidad.
Segundo ejemplo: todas las personas sabemos que, al iniciar un vuelo, se dan las medidas de seguridad y en esas medidas de seguridad, una de las que se transmiten es que, si despresuriza la cabina, las personas adultas tienen que ponerse primero la máscara de oxígeno, antes de asistir a los y las menores. Este último, es un ejemplo excelente para mostrar que para que un niño o una niña esté bien, primero, una persona adulta cuidadora y confiable tiene que estar bien.
Sostener la angustia implica que, como personas adultas, tenemos que gestionar la propia emoción, para que la angustia del niño o la niña no nos angustie más. Si como personas adultas nos angustiamos ante la angustia del niño o la niña, entonces el niño o la niña no tiene en quién sentir seguridad y a quién acudir como base confiable vincular, para gestionar la propia emoción.
Por eso es fundamental saber que si un niño o una niña, por ejemplo, tiene un accidente que le genera angustia, como personas adultas no tenemos que angustiarnos a la altura de la angustia del niño o la niña. Es importante ordenar la escena y, a pesar de la angustia, no entrar en desesperación, porque primero que hay que dar seguridad es al niño o la niña.
Si como personas adultas, vemos que el niño o la niña se angustia porque tiene que ir a dormir, podemos darle la seguridad de que no hay peligro ya que está en un lugar seguro (la propia casa), acompañado con las figuras vinculares que lo/la cuidan y velan por su bienestar. Ayudar a atravesar los miedos, es acompañar al niño o la niña en el aprendizaje y adquisición de recursos para atravesar los mismos.
Si el niño o la niña está en su casa, su espacio confiable, y con la compañía de sus personas adultas cuidadoras y confiables, no hay motivo para temer. Por eso, es importante enseñarle al niño o la niña a atravesar sus propios miedos, sintiendo seguridad por la presencia de las personas adultas que ordenan la escena y dan seguridad.
En el límite, el niño o la niña también necesita que se le sostenga la angustia porque un límite implica generar una frustración. Una de las funciones parentales principales es la de ser agente que frustra al niño o la niña, porque en la frustración es donde va a gestionar la emoción y va a ir aprendiendo a tolerar las pérdidas, lo que le va a dar muchísimos recursos para distintas edades de su vida.
Ante un límite que genera frustración, la persona adulta tiene que poder sostener la angustia del niño o de la niña. Un límite puede durar diez minutos, quince minutos, una hora, cinco horas, o varios días. Durante ese tiempo, la persona adulta puede sostener la angustia transmitiendo seguridad afectiva en el marco de la seguridad que la persona adulta tiene, para que el niño o la niña pueda entender que sus acciones tienen consecuencias.
Atravesar la angustia le permitirá al niño o la niña tener la evolución subjetiva para poder pensar que sus acciones tienen consecuencias siendo él mismo o ella misma responsable, y en función de eso, llevar adelante acciones más asertivas a partir de la enseñanza que la persona adulta hace del borde y del sostén de la angustia que este borde genera en el niño o la niña.