Para hablar de apego es fundamental poder hablar de Disponibilidad Psíquica Absoluta. La disponibilidad psíquica absoluta es la capacidad de la madre de traducir emocionalmente al niño o a la niña. Una madre que puede ejercer esta función desde su disponibilidad psíquica absoluta para con el niño o la niña, se vuelve una base vincular segura y confiable para el/la niño/a. Sólo a partir de una base confiable, se puede desarrollar un apego seguro.
Bowlby (1988) planteó la hipótesis de que tanto los/las bebés como las madres han desarrollado una necesidad biológica de mantenerse en contacto mutuo. El factor determinante del apego no es la alimentación, sino el cuidado y la capacidad de respuesta, o sea, la protección. La relación de apego entre el niño o la niña y su cuidador/a principal conduce al desarrollo de un modelo de funcionamiento interno.
Mary Ainsworth identificó tres tipos de apego: apego seguro, apego ansioso ambivalente y apego ansioso evitativo.
El apego inseguro, ya sea ansioso evitativo o ansioso ambivalente, es producto de que el/la bebé leyó una falta de confianza hacia la madre. Es decir, la madre no pudo ser esa base segura de disponibilidad psíquica absoluta para que su bebé pueda decodificar que ella es una base segura vincular en la cual confiar. Ante esta situación y ante las imposibilidades de la madre de estar disponible psíquicamente para el niño, es que se forma el apego inseguro, ya sea en su vertiente evitativa o en su vertiente ambivalente.
Muchas veces sucede que los primeros tiempos de la maternidad no son sencillos para la mujer. Por eso es tan importante el acompañamiento del ambiente facilitador, es decir, de la red de contención que la madre tenga.
La presencia de dicha red, le permite a la madre hacer foco en el/la niño/a, y quien ocupe la función paterna (o función de regulación y corte), o bien, la red de sostén familiar o social, deben dar seguridad afectiva a la madre, para que la madre pueda habilitar su disponibilidad psíquica absoluta para el cuidado del niño o la niña, y así volverse confiable para él o ella.
El apego seguro se forma a partir de que el niño o la niña puede leer desde los primeros días de vida, que su cuidador/a y base vincular es confiable y disponible.
El tipo de apego que se haya formado en la primera infancia se manifiesta en las situaciones concretas de nuestros vínculos de la adultez, y en los recursos con los que contamos para afrontar situaciones de fracaso.
La tolerancia a la frustración, la tolerancia a la espera, la capacidad de estar a solas, que a su vez impacta directamente en la complejización de la creatividad, tiene su origen en la formación del apego.
Un niño/a con apego seguro es un niño/a que puede explorar, que confía en que su base segura vincular va a volver, es un/a niño/a que confía en la presencia de su base segura vincular, aun cuando esta se encuentra ausente.
Un niño o una niña de apego evitativo es un/a niño/a que, como su base segura vincular no le fue confiable, evita establecer ese vínculo de apego con quien no resultó confiable para él o ella.
Esto se traducirá en la vida adulta, en la dificultad de establecimientos vinculares por miedo a que los futuros vínculos no sean seguros, y de manera defensiva, al momento de involucrarse afectivamente, evitará dichas situaciones.
En el apego ansioso ambivalente, el niño o niña quiere y no quiere establecer el vínculo con la figura de apego. Se acerca a la figura de apego que no fue confiable, pero la rechaza también.
Todas estas situaciones forman parte de lo que se puede prevenir, si esta información llega en los primeros momentos del encuentro vincular entre la díada.
Si podemos acompañar a las madres o a quien funcione como primer objeto de amor para el niño o niña en los primeros días de su vida, y apoyarla en esa primera etapa, donde la disponibilidad psíquica absoluta permite la traducción de los estados emocionales del recién nacido o recién nacida, estaremos colaborando con la formación de un vínculo seguro y saludable.